Los vinos con aguja
Los vinos de aguja tienen unas particularidades que los hacen especiales. La principal características de este tipo de vino es que el gas carbónico que se emplea tiene una presión inferior a 3 atmósferas, con gas disuelto. Pueden ser naturales o no, como los vinos gasificados, donde la burbuja no se produce de una manera natural, sino de forma artificial, en un proceso que recibe el nombre de gasificación. Los vinos de aguja se clasifican en vino de aguja natural y vino de fermentación natural.
Además, al abrir la botella se desprende lentamente en burbujas sin que se llegue a formar espuma. La graduación alcohólica mínima de 9 grados y una presión de unos 20 °C. La gran parte de vinos de aguja son frescos y ligeros, y algo dulces, también gaseosos y se distinguen de los cavas, tanto en sabor, como en olor y embotellado al estar el vino de aguja guardado en botellas más ligeras y alargadas, siendo, normalmente, de color verde, transparentes y de cuello largo. Mientras que los cavas suelen estar en botellas más robustas.
Suelen beberse jóvenes y son perfectos en épocas estivales, gracias a esta joven frescura que apetece en los días de más calor. Los podemos degustar con aperitivos, ensaladas, pescados, mariscos y otros platos veraniegos.
Los encontramos, preferentemente, como vinos blancos y rosados, de ahí este sabor más fresco y lleno de texturas a frutas jóvenes. Aunque también podemos encontrar vinos de aguja tintos, siendo más jóvenes, suaves y refrescantes de los que estamos acostumbrados a tomar tradicionalmente.
Aunque son minoritarios, cada vez tienen mayor potencial y se fomentan más en diversas partes. Los datos los tenemos en el balance de la Federación Española del Vino (FEV), que en 2010, apuntaba que las exportaciones de los vinos de aguja habían aumentado el 10% en valor, hasta los 1.745 millones de euros, y el 15% en volumen, hasta 1.766 millones de litros.
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